martes, 14 de noviembre de 2023

Ave fenix


Ha pasado algún tiempo desde la última vez que escribí algo. Muchas cosas han cambiado y, aunque no borraré nada de lo que escribí, quiero decir que no todo era así. Me arrepiento de muchas cosas que escribí, pero las dejaré ahí porque así son los errores; no se pueden borrar, pero podemos aprender mucho de ellos.

Una de las primeras lecciones que debo atesorar es que mi abuela no era la persona mala que yo veía. Al contrario, ella percibía más cosas de las que yo podía ver. Quizás no supo expresar bien lo que pensaba, pero yo no fui una buena receptora de sus mensajes. Después de todo, fue criada de cierta manera, y no soy quien para juzgar esa crianza. Caí en la falta de humildad y espero no volver a hacerlo. El tiempo y la distancia hacen que vea las cosas de manera diferente. Mi abuela fue víctima de muchas circunstancias, y no todos tienen la oportunidad de mejorar sus vidas. He sido malagradecida en muchas ocasiones, especialmente al no aceptar sus consejos. No debo justificarme más ni sentirme culpable, pues así fueron las cosas. Existe un gran agradecimiento y eso me reconforta. Ni ella ni yo fuimos tan malas; al contrario, dimos mucho y lo mejor de nosotras.

Mi abuela y abuelo me acogieron en la peor época de mi vida, cuando no tenía nada. Ahora, al mirar desde el balcón del departamento, veo que tengo todo y retrocedo a aquel momento. Quisiera abrazarme, abrazar a todos y decirles que todo estará mejor. Desearía poder revivir a mi abuelo para decirle que viví los mejores años de mi vida con ellos. A veces añoro verlo llegar con un "completo" o unas salchipapas. Sé lo feliz que era al ir a la cancha o al comer algo delicioso. Me gustaría haberlo invitado a comer algo especial. Pero no puedo retroceder en el tiempo.

Volviendo a mí, tengo impregnado en la memoria aquel día en que llegué y los días que siguieron, todo lo que tuvieron que soportar: mis cortes en la piel, mi depresión. Sinceramente, yo no habría dado un peso por mí, era un desastre. Poco a poco, gracias a su amor y comprensión, me reorganicé y pude salir de ese infierno de la depresión. Por eso, no puedo enojarme con mi abuela; no puedo más que agradecerle. Fui creciendo y mis expectativas mejoraron. Esperé mucho de ella cuando me dio todo. Por suerte, aún la tengo con vida para poder agradecerle, aunque ya me peleé con ella, pero son cosas pequeñas, nada importante. La llamaré ahora...